Antes Despues

 No sabemos a dónde iremos, el único pariente que tenemos se encuentra a miles de kilómetros. Es un tío muy viejo, de mi pobre madre que murió cuando me dio a luz y no llegué a conocerla. El hombre nos manda postales todos los años por las navidades. Nosotros también le escribimos, aunque nunca le hemos conocido. Nos hubiera gustado visitarle, pero no disponemos de mucho dinero para viajar tan lejos y mi padre debe estar en la estación, supervisando los trenes, sus horarios y su mantenimiento…

Voy a cambiarme de ropa antes de la llegada del último tren, quiero estar muy arreglada para cenar y despedirnos de la estación. Deseo que nuestros últimos recuerdos los vivamos con alegría.

Me pongo  un vestido muy sencillo, el más nuevo que poseo, es azul marino, con las mangas abombadas y cerradas en el puño, con una puntilla blanca de encaje con los botones de nácar. El cuello tiene forma de caja y es muy cerrado haciendo juego con las mangas largas, la cintura la adorno con un cinturón de raso blanco como mi lazo del pelo.

Soy muy delgada y  alta, no hace falta que me ponga zapatos de tacón, los llevo muy cómodos y cerrados por el clima tan frío. Cuando salgo fuera, utilizo unas botas forradas de piel. El largo del vestido me tapa el calzado.

 Intento poner una sonrisa, mis labios son rojos y algo gruesos, mis dientes resaltan de los blancos que son. La nariz es recta. Tengo los pómulos marcados de lo delgada que estoy.

 No como mucho, el dinero nos llega justo para sobrevivir, ayudo a mi padre en todo lo que puedo y me encargo de tener la casita muy arreglada.

Parece que ya llega, el traqueteo del tren hace temblar las paredes.

Bajo corriendo las escaleras.

La mesa ya está dispuesta.

           Con todo mi cariño preparo la mejor vajilla que tenemos. Cocino la comida preferida de mi padre, carne asada con patatas y alcachofas. El vino ya está servido en las copas, el pan cortado y el postre, una tarta de chocolate, reposa en la cocina. Unas velas encendidas, junto con la chimenea, dan un aspecto muy acogedor a nuestra salita de comedor.

Antes de la llegada de mi padre, me dispongo a recibirlo con unos besos en la mejilla y a colgarle el abrigo. Su ropa de vestir la he dejado en su dormitorio. Tiene agua caliente en la palangana para asearse, deseo que se sienta contento.

Cuando está cerca de la entrada de la estancia, escucho una conversación, viene hablando con otro hombre. Me quedo parada al verlo, es joven, rubio con ojos verdes, la piel muy blanca, alto y  fuerte, las pestañas largas y las cejas un poco más oscuras que el cabello y algo pobladas, lleva barba bien recortada, los labios son carnosos  con una sonrisa irónica, la nariz es recta y un poco ancha.

Nos quedamos observándonos, sorprendidos por la mutua atracción. No sabíamos que decirnos, le llegaba por la barbilla, a pesar de que soy muy alta. Él mediría más de un  metro noventa. Mi padre rompió el hechizo.

            -Rachel, cariño, ha venido en el mismo tren que yo conducía. Es la persona que va a trabajar en la estación. Es el Señor Raoul Grenthen.

-Encantado, señorita Rachel. (Me besó la mano). Su padre, el señor Joseph Conrad, me ha comentado muchas cosas sobre usted. Olvidó decirme lo más importante, lo hermosa y bella que es. Es un placer conocerla.

-Gracias. Pase por favor, hace demasiado frío, la nevada se está intensificando. Llega a tiempo para cenar con nosotros. Siempre preparo comida de más. ¿Verdad, papá?

-Sí, mi querida Rachel. Soy un padre muy afortunado, me cuida más que yo a ella. Desde muy pequeñita me ayuda en todo. No solamente en las tareas del hogar, sino en la maquinaria del tren cuando falla, mi hija es capaz de arreglarla.

-Es impresionante que una dama tan delicada sepa los mecanismos de los trenes. Es la primera vez que conozco a una señorita tan inteligente.

-Gracias, señor. La verdad es que siempre me ha interesado todo lo que esté relacionado con los mecanismos, ya sean relojes de bolsillo o de pared. En el pueblo todos me llaman para que repare sus objetos estropeados. Me gusta mucho encajar todos los engranajes de cualquier motor o aparato.

-¡Oh, vaya! Yo que quería impresionarla diciéndola que soy ingeniero, y que me encargo de esta vía de ferrocarril en concreto…
Siento haber llegado antes de lo previsto. El conductor de la máquina de tren ha sufrido un percance, y hasta dentro de un mes no puede incorporarse a su trabajo. He aprovechado su ausencia para supervisarlo y conducirlo. También soy un apasionado de la ciencia que estudia los movimientos y mecanismos de velocidad en los ferrocarriles.

-Bueno, es una gran ventaja, señor. Así, en el pueblo tendrán a otra persona que me sustituya para las reparaciones que se les presente.
Ahora si me permite, cogeré su abrigo, su sombrero y sus guantes y los colgaré en el armario de la entrada.
Comprobará que la casa es muy modesta. Le acompañaré a mi dormitorio, para que pueda refrescarse y ponerse cómodo. Esta noche puede dormir en él. Mi padre y yo estaremos en el cuarto de al lado. La cama es espaciosa y no tendremos ningún problema.
Luego baje a cenar con nosotros.  Espero que le guste lo que he preparado, es el plato preferido de mi padre, homenajeamos el tiempo que hemos pasado en la estación. Llevamos veinte años viviendo aquí, desde que nací. Mi padre me trajo a las pocas semanas, cuando por desgracia mi madre falleció tras darme a luz.
Bueno, no le entretengo más, cuando esté dispuesto nos acompaña.

 

-Hija, ya lo llevo yo a la habitación, también tengo que asearme y cambiarme para la cena. Enseguida estaremos contigo.

-Muchas gracias, señorita Rachel. Siento privarla de sus comodidades, pueden marcharse cuando lo deseen. Por mí no hay problema, estaré de paso, solamente serán tres semanas. Cuando venga el nuevo maquinista yo también me marcharé a revisar otras vías de ferrocarril.











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