Antes Despues
Mis ojos son grandes y de un verde musgo, con unas largas pestañas más oscuras que el color miel de mi pelo. Lo tengo muy largo y rizado, me llega hasta mi minúscula cintura. Lo suelo peinar en un moño muy apretado y tirante cuando uso mi disfraz de adulta.

Mi nariz es un poco respingona y para más quejas, las pecas no desaparecen ni con maquillaje.
No me molesto en pintarme ni siquiera los labios. Son carnosos y muy rojos. Mi piel no necesita color, enseguida me ruborizo y me pongo más colorada que una manzana.

Si mostrara mi imagen tal como es, con un sencillo vestido estampado o unos vaqueros con una camiseta desgastada. No conseguiría ningún trabajo. Me mandarían al colegio.

Ahora debo dejar mi vida atrás y comenzar otra nueva.

 Desgraciadamente, he perdido a mis padres en un accidente aéreo. La casa en la que vivo, es muy grande para mi sola. Era de mi abuela. No tengo más remedio que venderla. Me da una pena terrible. Aquí he pasado los mejores años de mi infancia. Es una casa encantadora. Tiene un estilo Victoriano. Con un jardín lleno de rosas y tulipanes. Suele hacer mucho frio en invierno ya que estoy en Canadá, cerca de Vancouver.

Pero el verano es maravilloso.

¡Qué vamos a hacerle. No tengo recursos económicos!

Estudio literatura. Me chiflan, los escritores clásicos, cuanto más antiguos mejor. Aunque lo que verdaderamente me encanta, es escribir cuentos infantiles y de aventuras. No me he hecho famosa, ni mucho menos. Escribo por gusto. Me entretengo un montón. Soy una soñadora.

No me importaría poder vivir de mi intelecto.

La realidad es que necesito otro trabajo para cubrir mis gastos.

He aceptado el reto de a travesar medio Mundo, para sobrevivir.

El salario que el “Señor raro”, me va a pagar es muy elevado.

Con la venta de la casa y el sueldo que voy a recibir en Irlanda, puedo dedicarme a mi vocación de escritora y a terminar la carrera de literatura.

Me siento más tranquila. Aquí no conseguía ningún empleo. De vez en cuando, redactaba alguna columna en un periodicucho de supermercado. Pero con eso, no me llegaba ni para comprarme unas deportivas.
Ser una secretaria, no está del todo mal. Por lo menos escribiré relatos de calidad, de Mr. X. El requisito para el puesto, es ser rápida con el ordenador, discreta y sin lazos familiares. Qué más quisiera yo tener a mis padres. Si fuera así, no me movería de mi amada, Canadá. Es una pena que sea hija única y que mis abuelos también murieran hace tiempo.

 Me decía mi madre, la pobre, que había llegado al mundo con mucho retraso, en su vida. Me tuvo a los cuarenta y cinco años. No creía poder tener descendencia. Pero nací yo y revolucioné la paz y tranquilidad, de mis amados padres.

Mi madre pintaba como los ángeles. Sus cuadros, se vendían en la pequeña tienda de artesanía del pueblo. Lo mejor que hacía, eran los paisajes con sus diferentes estaciones. También, captaba la ferocidad de los animales salvajes. Tenía pasión por ellos.

Solía viajar mucho con mi padre. Él era catedrático de Historia en Vancouver. En época de vacaciones, antes que entrara en sus vidas, se iban a países africanos, para captar la esencia de las diferentes criaturas en estado libre. Mi madre pintaba y mi padre escribía un diario de sus itinerarios.

Ya se acababan de jubilar. Cuando decidieron hacer una travesía, hacía el Polo Norte para conocer a los osos, pingüinos y demás especies.
Todos los ahorros, fueron a parar a una avioneta que se compraron.

Yo no quería ni a tiros, que se embarcaran en semejante locura.

Eran felices preparando su aventura. Por más que les decía, no me hacían ni caso.

Ojalá me hubieran escuchado. Han pasado seis meses desde el accidente y la herida sigue sangrando. Necesito psicológicamente, dar una vuelta de tuerca a mi existencia.

¿Dónde he metido mis zapatos de tacón? Al final llego tarde al vuelo.

El taxista ya ha llegado. Me espera impaciente.

Por fin cierro la casa y me despido de ella mentalmente.
Justo a tiempo cojo el avión. Llevo un libro en mi bolso y me pongo a leer. La señora de al lado, intenta darme conversación. No me apetece en absoluto hablar con nadie. Me disculpo y cierro los ojos.

Cuando me quiero dar cuenta, estoy aterrizando en Dublín.











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