El Cafetal de VirginiaRelatos Románticos y Fantásticos.
Volumen IV
Ana |
Edición en formato digital: mayo de 2011
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PARA MIS TRES AMORES, MIS HIJOS ANA Y RAÚL Y MI MARIDO JUANJO, SIN ELLOS HUBIERA SIDO IMPOSIBLE CREAR ESTAS HISTORIAS.
-¡Ralf, Ronal y Roger! ¡Venid aquí enseguida! ¿No os he dicho que hoy venía el nuevo tutor para daros clases?
-¡Ya vamos Virginia! Roger está lavando a los perros, enseguida estaremos aseados y listos. Y Ralf está buscando los mapas del mundo, porque la esfera no la encontramos, creo que la última vez la vimos en el estanque flotando como un balón de fútbol.
-¿Por qué me hacéis esto? Tenéis que dar una buena impresión. Recordar que no abundan mucho los maestros para enseñaros lo más básico de matemáticas, historia, latín, literatura, dibujo…Estamos muy lejos de la civilización. Y alguien tiene que dedicarse a la administración de las fincas que nos dejaron papá y mamá. Sé que estamos muy lejos de nuestra amada casa de Londres. Pero nuestro deber es atender a nuestros trabajadores en lo que les haga falta con los cultivos de café y cacao.
-Virginia, por favor, no te preocupes tanto por nuestra educación. Estamos encantados de vivir aquí en Costa Rica. Es un lugar mágico. Podemos estar todo el día disfrutando del clima tan cálido y de todos los animalitos como monos e iguanas tan simpáticas.
-Lo sé Ronal, a mí también me encantan. Pero no debemos vivir como si fuéramos salvajes. No hay que descuidar nuestra educación, higiene y costumbres. Algún día regresaremos a nuestro hogar y es imprescindible conservar nuestro modo de vida para integrarnos en la sociedad.
-Tienes razón Virginia. Llamaré a Ralf y a Roger. Te prometo que estaremos más que presentables y seremos muy educados. Solamente esperamos que no sea un cascarrabias de tutor, severo y mezquino como el que teníamos en Londres.
-Espero que no. Y en caso de que lo sea, no os preocupéis, buscaremos a otro hasta encontrar al adecuado.
Venga Ronal, ve a encontrarte con tus hermanos y me esperáis en la biblioteca. Yo tengo que resolver algún asunto con el capataz. No me gusta como trata a los pobres recolectores.
-Ten mucho cuidado. Es un hombre que da miedo. Nosotros tres no queremos ni verlo. No sé por qué el abuelo lo contrataría. Es un ser despreciable. Deberíamos decirle que se fuera a otro sitio y que volviera al antiguo continente.
-Claro, ojalá pudiera ser tan sencillo. Lleva muchos años trabajando para nosotros. Aunque todavía no es muy mayor para no ser el capataz. Creo que debe tener unos cuarenta años y lleva veinte sirviendo al abuelo.
Se aprovecha de que está inválido y no sale de la habitación. Y a mí me mira como si fuera un insecto al que hay que pisar. No tiene en cuenta mi opinión porque solamente tengo diecisiete años.
-Es una lástima que nuestros padres estén en un viaje por Australia. Y no volverán hasta el año que viene. Pensaron al irse que estaríamos bien cuidados con nuestro abuelo al dejarnos aquí en la plantación. No se podían imaginar que sufriría una apoplejía dejándolo en este estado. Y los mellizos y yo somos menores para defenderte de ese cavernícola maleducado.
-Bueno Ronal dentro de poco cumplirás los trece años y Ralf y Roger ya tienen once. Sois unos muchachitos muy valientes y sé que puedo contar con vosotros.
Ahora date prisa y busca a los mellizos que enseguida estoy con vosotros.