Cruce de CaminosRelatos Románticos y Fantásticos.
Volumen VIII
Ana |
Edición en formato digital: febrero de 2012
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PARA MIS TRES AMORES, MIS HIJOS ANA Y RAÚL Y MI MARIDO JUANJO, SIN ELLOS HUBIERA SIDO IMPOSIBLE CREAR ESTAS HISTORIAS.
Había pocos clientes para visitar a Madam Fanny, la mejor echadora de cartas, para averiguar el futuro y adivinadora con la bola de cristal, todo lo que pudiera haber ocurrido en el pasado y en el más allá.
Realmente no me hacían falta el Tarot, ni ningún objeto esotérico, para conocer de verdad, de lo que iba a ocurrir a las personas, en un próximo tiempo no muy lejano.
Nací con estos dones, transmitidos desde generaciones de hechiceras, magas o brujas, como me quieran llamar.
Todas las mujeres de mi familia lo han sido. Y con grandes ceremonias de iniciación a mis dieciséis años, empezamos a conjurar los embrujos y nuestras mentes, las ejercitamos para poder predecir cualquier detalle importante, en la vida de los demás humanos mortales.
Llevaba un disfraz, para interpretar mi papel de adivinadora: un pañuelo de colores, escondiendo mi largo cabello dorado, un antifaz negro ocultando mi rostro, y una túnica con estampados brillantes.
No deseaba ser reconocida por nadie. Vivía en un importante enclave de Paris, y necesitaba pasar por una señorita, de la alta sociedad.
En realidad mi padre, es el Conde de Lamothe, originario de San Juan de Luz, al Sur de Francia. Nos trasladamos hace dos años, cuando cumplí mis dieciséis años para mi iniciación.
Por desgracia mi madre murió asesinada, por nuestros enemigos, los brujos de magia negra.
Mi padre no quiso que a mí, me ocurriera lo mismo que a mi madre, cuando me encontraran. Con nombres falsos, nos hacemos pasar, por un viudo comerciante rico y su hija única, de dieciocho años. Llevamos escondidos todo este tiempo, por el momento no hemos vuelto a tener noticias de los malhechores.
El hijo del Jefe de los brujos malditos, quiso raptarme para hacer una ceremonia, uniéndonos los dos en matrimonio y juntando nuestros dones, haciéndonos invencibles, ante toda la población que habita la Tierra.
Mi pobre madre, estaba muy preocupada cuando supo el futuro inmediato que me esperaba y obligó a mi padre Jean Paul, que me escondiera y trasladara a un lugar seguro.
Le hizo prometer, que siempre me protegería contra el mal de la oscuridad, aunque tuviéramos que recorrernos todo el estado de Francia o incluso trasladarnos hasta Inglaterra.
Desgraciadamente Camille, mi maravillosa madre, no pudo hacer nada, enfrentándose contra todo el poder oscuro. Nunca más volvimos a saber de ella.
En estos momentos, mi padre no sabe nada, sobre lo que estoy haciendo, en una caseta de feria, que han instalado en un circo, a las afueras de los Campos Elíseos, con sus atracciones, para atraer a todo el público posible. Me contrataron, pensando que soy una humilde sirvienta, que trabaja en casa de un caballero.
Siempre me han visto con mi disfraz de adivinadora, y ante mi éxito con mis predicciones a corto plazo, me tienen en gran estima y admiración. Generalmente vienen mujeres ansiosas, por conocer el futuro que van a tener con algún enamorado.
Únicamente les doy un poco de felicidad y esperanzas, no deseo verlas sufrir y las oculto predicciones que no son agradables, en su entorno familiar o de sus amados. Escapa a mi control y con la desgracia de mi madre he aprendido que por mucho que queramos cambiar el destino, nos arriesgamos a perder la vida.
Jamás he podido ver cuál será el futuro, que me deparará en los años venideros y no quiero conocer tampoco, el de mi amado padre Jean Paul. Sería terrible conocer, cual va a ser su último día en este mundo y no poder hacer nada para salvarle.
Nos tenemos el uno al otro y para él la muerte de mi madre, ha sido un golpe tan duro, que no la ha podido superar. Se culpa por no haberla podido proteger. Él no posee nuestros dones y es un simple mortal.
Este fue el primer casamiento entre una pareja, que no eran de la misma condición humana. Mis abuelos nunca quisieron aceptarlo, y dejaron de lado a mi madre, cuando se casó con un hombre diferente a nuestro aquelarre.
Ellos se amaban profundamente y antepusieron su amor a todo lo demás. Ahora se arrepentía por haberla perdido, sin que pudiera hacer nada en su condición, sin poderes de brujerías.
Nunca debía conocer, que yo venía a adivinar el futuro, no por dinero, que gracias a Dios no nos hacía faltaba, en la posición económica en que nos hallábamos. Mi padre es un Conde inmensamente rico, si no, porque necesitaba ejercitar mis embrujos y cuando estuviera preparada, buscaría a los asesinos de mi madre y vengaría la cruel muerte a la que la sometieron, haciéndola desaparecer de nuestros vidas.
Por más que intentamos buscarla, nunca la hemos encontrado. Y el vínculo que me unía a ella, por ser hechiceras y madre e hija, debería haberme llevado a averiguar dónde se encontraba. Cuando no pudimos hallarla, nos imaginamos lo peor, su ser como tal ya no existía, no podía comunicarme en ningún plano espiritual.
No voy a dejar nunca de prepararme y hacerme fuerte cada día, hasta encontrar a los malvados brujos, que practican la magia negra y hacerlos desaparecer para siempre de este mundo, como ellos han hecho con mi pobre madre, Camille.
Ya era muy tarde, debía regresar a casa con Jean Paul, estaría muy preocupado ante mi tardanza. Le dije que iba a dar mi paseo a caballo de todas las tardes, menos mal que enseguida aparecería, completamente arreglada con mi traje de amazona. Alguna ventaja tenía que tener el ser una maga y aprovecharía todos mis dones.
Cerré la caseta con llave, dejando mis cartas y la bola de cristal. Saludé al dueño del circo y monté a mi preciosa yegua Le Sucre, la más dulce y bonita de todas las que teníamos en las cuadras de la mansión.
-¡Vamos a galope mi bella Le Sucre, llévame lo más rápido que puedas! Hoy debemos darnos prisa para que Jean Paul, no se preocupe por nuestra tardanza y mande buscarnos con todo el cuerpo de seguridad de la nación.
Una inmensa felicidad me atravesaba, cuando corríamos sin descanso con una velocidad de vértigo, atravesando todos los campos y saltando setos, con el viento acariciando mi rostro y el cabello despeinado al aire. Reía de pura dicha, me sentía libre y sin problemas por unos momentos, en los que dejaba mi mente en blanco.
Llegué con una sonrisa y mi padre ya estaba muy nervioso, paseando por las caballerizas, pensando en mi tardanza.
-¡Papá! (Me lancé a sus brazos). Lo siento mucho, no volveré a hacerte sufrir. Me he distraído más de la cuenta y con Le Sucre he cabalgado sin pensar en nada. Perdóname.
Me abrazó y besó mi frente, mi padre es un hombre muy alto y está en muy buena forma, todavía es joven a sus cuarenta años de edad y se cuida mucho haciendo ejercicio todos los días, con la esgrima junto a otros caballeros y montando a caballo.
Me ha inculcado su afición y practico con él por las mañanas antes del almuerzo, con los floretes. Me encanta luchar con destreza, me sirve para ampliar mis conocimientos y poder evitar un ataque con espadas. Tengo mucha agilidad, y con mi esbeltez y altura, destreza no me falta.
En realidad era muy parecida a mi padre, tanto en el carácter como en el físico, los dos somos muy rubios, de piel clara, altos, con los labios gruesos, los pómulos marcados, exceptuando el color de nuestros ojos rasgados, los suyos son castaños y los míos verdes claros, como eran los de mi amada Camille, al igual que mi nariz más respingona, que la aguileña de Jean Paul.
-Mi querida Fanny, sé que me preocupo en exceso por ti, pero no puedo evitarlo, eres lo único que me queda en esta vida y si algo te ocurriera no me lo perdonaría jamás.
Pasemos dentro de nuestro hogar, que la señora René nos ha preparado un plato exquisito para cenar, sus famosas croquetas de bacalao y su delicioso pastel de cabracho...